Las Aventuras de Superman

By George Lowther

Capitulo IX

"Fuego en el mar"


FUEGO EN EL MAR

KENT, LOWELL y el ama de llaves, se quedaron mirando fijamente y con asombro, el montón de algas que había en el suelo. Lowell abrió la boca para decir algo, pero en ese momento empezó a sonar ominosamente un sonido cada vez más fuerte.

"¿Qué es eso?" dijo Kent con brusquedad.

"La sirena de la Guardia Costera", respondió Lowell. "Hay un puerto militar cerca de aquí. Algo ocurre. Tendré que ir allí enseguida ya que soy miembro de los Auxiliares.

El ama de llaves palideció.

"No me deje aquí, Sr. Lowell", rogó. "Están ocurriendo cosas extrañas en esta casa esta noche. Esas algas..."

Se quedó mirando fijamente el montón de algas mojadas que había en el suelo, con los ojos abiertos de horror.

"Ve a tu habitación y enciérrate con llave, Anna", dijo Lowell. "No hay nada de que temer. ¡Vamos Kent!"

Al rato, los dos hombres se dirigían velozmente en el coche de Lowell hacia el Cuartel de la Guardia Costera. Hablaron poco, cada uno encerrado en sus propios pensamientos sobre el extraño montón de algas, buscando una explicación de cómo fue a parar allí y haciéndose preguntas acerca del Capitán Murdock, intentado romper el velo del misterio que había sobre el Buque Fantasma.

Entre sus pensamientos se entremezclaba el sonido de la sirena de la Guardia Costera en la nublada lejanía. La carretera por la que circulaban, llegó hasta un acantilado que daba al mar. Mirando por la ventana, Kent vio un suave resplandor rojizo en el horizonte del océano. El resplandor rojizo significaba que había llamas y éstas que había un barco hundiéndose, por lo que Kent supo enseguida qué tipo de tragedia había causado la llamada a la Guardia Costera en una noche como esa.

Lowell aparcó el coche enfrente del cuartel. La escena que les rodeaba era de una gran actividad. Por el horizonte se divisaba un guardacostas y una segunda embarcación, también de los guardacostas, que con los motores rugiendo, se dirigía hacia alta mar. Varios hombres trabajaban con tenacidad preparando una tercera embarcación para entrar en acción. Un alto y fornido oficial que llevaba galones de capitán, detuvo a Kent y Lowell.

"Lo siento, pero..." Se paró enseguida. "¡Oh es vd. Sr. Lowell!"

El propietario del astillero afirmó con la cabeza. "Sí, capitán. He oído la sirena y enseguida he venido hacia aquí". Este es un joven reportero amigo mío, Clark Kent. Kent, este es el Capitán Rogers".

Los dos hombres se estrecharon las manos. "Me alegro de que haya traído con Vd. al Sr. Kent, Sr. Lowell", dijo Rogers. "Vamos a necesitar a todos los hombres que podamos reunir. El número 3 es su embarcación, Sr. Lowell. Haré uso del Sr. Kent enseguida".

Lowell se fue de prisa hacia el tercer guardacostas. "Ese barco incendiado", dijo Kent. "¿De qué tipo es, Capitán?".

"Es un gran buque cisterna cargado de petróleo. Está a setenta millas envuelto totalmente por la niebla. Vamos a tener problemas para reunir a toda su tripulación. Espere aquí un momento. Enseguida vuelvo." Rogers desapareció en la oscuridad.

Kent esperó lo suficiente para estar seguro de que no era observado antes de quitarse la ropa de calle y revelar su traje azul y rojo de Superman. Había un trabajo que hacer, un trabajo que podía ser demasiado difícil para los hombres que iban a bordo de los guardacostas.

¡Los segundos significan vidas, y sólo Superman podía salvar esos segundos y esas vidas!".

Más rápido que una bala, con la capa ondeando por el viento, Superman se lanzó sobre las oscuras aguas como un pájaro gigante. Directamente delante de él, el lejano resplandor rojizo, fue haciéndose más brillante a medida que se aproximaba. En cuestión de segundos sobrepasó la alargada silueta gris del segundo guardacostas, sobrevolando el agua que tenía debajo de él, riendo de admiración, al pensar en los hombres valientes que la tripulaban, hombres que desafiaban cualquier peligro y que a menudo daban sus vidas para salvar la de otros.

No fue hasta alcanzar el primer guardacostas, bastante alejado del segundo y ya casi en la escena de la tragedia, cuando sus finos oídos captaron la señal de radio del buque que se estaba hundiendo. Lo que oyó le hizo precipitarse a través de la noche, más veloz si es posible que antes.

El mensaje, con las interrupciones propias de la voz de un hombre moribundo, decía: "Hundiéndonos-deprisa-pero no queremos-ayuda. Un submarino-está preparado-en-la niebla-para ametrallar-la tripulación-y-hundir-barcos-de asistencia". El mensaje empezó a repetirse. "Nos hundimos de prisa-un submarino-está preparado..."

Las señales se pararon de golpe y la mandíbula de Superman se apretó, indicando una decisión inflexible de ayudar, mientras imaginaba al gallardo radio telegrafista pulsando su aparato de radio que ya no funcionaba. Y extrañamente, pasaron por su mente todas las historias maravillosas que había oído o leído sobre el Rey Arturo y los Caballeros de la Tabla Redonda -el audaz Lancelot y el bravo Galahad. Y de repente se rió en voz alta. ¡Era una risa de desafío, el grito de batalla de un caballero que sale a luchar contra los poderes de la Oscuridad!.

Los hombres del buque cisterna estaban desprotegidos pues no tenían chalecos salvavidas. Su barco se estaba hundiendo y el blindaje era una resplandeciente llamarada de petróleo. Aunque eran los mejores, los más bravos caballeros que haya habido, luchaban contra un océano en llamas.

La escena de la acción estaba ahora debajo de Superman. Un enorme infierno de fuego a su izquierda, señalaba al buque en llamas. Oía el chisporroteo de las mismas y vio a varios hombres en pequeños botes salvavidas remando a través del brillante océano. El petróleo hirviendo cubría la superficie del agua y por todas partes se veían cabezas ennegrecidas flotando entre el líquido ardiente. El aire caliente, parecía que estuviera vivo, lleno de gritos de agonía.

Esperando como un gran monstruo gris, preparado para matar, con sus caras iluminadas por el reflejo del petróleo ardiendo, había un submarino enemigo.

Era la primera vez que Clark Kent veía un submarino. ¿Qué habría allí que hacía que sus venas se enrojecieran de ira? Nunca lo supo.

Sólo supo que de repente, estaba rebosando alegría de ser Superman y vio en sí mismo un poder y una energía que nunca había experimentado con anterioridad.

Entró en acción en el momento en que el primer guardacostas penetraba en el círculo de llamas y frenaba sus motores en una brusca parada. Ni siquiera Superman pudo recordar lo que ocurrió durante los minutos que siguieron.

JOE SHUSTER'S DRAWING

Al virar el guardacostas hacia el lugar, el submarino disparó con el cañón ametrallador delantero, rociando a los hombres de los botes salvavidas con un fuego mortal. ¡Las balas nunca llegaron a su destino! En la fracción de segundo que costó presionar el gatillo automático del cañón ametrallador, Superman se adueñó de la situación y abalanzándose hacia abajo se interpuso en la línea de fuego. Cientos de ráfagas de balas rebotaron en él sin hacerle daño, volando bajo y colocando su cuerpo entre el submarino y los pequeños botes, absorbiendo toda la fuerza de las explosiones. Al llegar al final del salto que había dado, oyó el sordo rugido del cañón de seis pulgadas del submarino, el sonido del proyectil lanzado contra el guardacostas, que estaba justo en su punto de mira. ¡Se giró, suspendido en el aire como un halcón en vuelo, y al momento siguiente cogió el proyectil al rojo vivo con sus manos desnudas! ¡Después, sosteniendo el proyectil en pleno vuelo, lo lanzó con su brazo de regreso hacia el submarino!

La explosión fue titánica. El submarino se tambaleó violentamente mientras una lengua de fuego anaranjado se les abalanzaba desde el aire. Era Superman.

Sin embargo, el submarino enemigo era un luchador y aún se necesitaba allí a Superman. A pesar de que el proyectil se estrelló contra el casco de acero, las ametralladoras del submarino seguían disparando ráfagas contra los indefensos botes salvavidas. Superman bajó en picado como un rayo hacia la proa de los invasores y con sus puños machacó la maquinaria de un cañón ametrallador, desgarrándolo desde la cubierta, destrozándolo y convirtiéndolo en una masa de hierros retorcidos que lanzó al mar. Girándose hacia el cañón de seis pulgadas, barrió a su tripulación a un lado y casi en el mismo instante rompió con sus poderosos hombros el brillante cañón que acaba de ser disparado. Taponando la salida con su mano, Superman forzó al proyectil para que regresara a la recámara, estallando dentro del cañón que saltó en mil pedazos.

El submarino estaba escorando a babor, revolcándose como una ballena herida en el mar. Superman saltó de la cubierta elevándose en el aire, girándose a la mitad del vuelo, preparándose para una poderosa embestida, porque sabía lo que había que hacer y también sabía que sólo Superman podía hacerlo.

Dobló la espalda, flexionó sus poderosos músculos, afinó la puntería y después se lanzó hacia adelante!

Entró en el agua a tres metros del submarino y golpeó al poderoso monstruo de las profundidades por debajo de la línea de flotación. Su cabeza, hombros y cuerpo hicieron añicos los laterales metálicos de la nave, sin parar en ningún momento, yendo de un lado a otro, levantando la nave a través del agua y sacándola a la superficie. De nuevo se giró en mitad del vuelo, apuntando su propio cuerpo una vez más y de nuevo se lanzó bajo la línea de flotación, traspasando el submarino de un lado a otro.

No se paró hasta que el gran pez gris se inclinó por la borda y poniéndose panza arriba se hundió entre las aguas del océano.

Ahora puso su atención en el infierno en llamas que había a su alrededor. Las cubiertas del ardiente buque cisterna estaban a flor de agua y se oían silbidos producidos por el vapor y el humo, mientras el gran océano trataba de cubrirlo por entero. La Guardia Costera había hecho bien su trabajo; toda la tripulación había estado tirando de los botes salvavidas, que se balanceaban en un brillante y vació océano.

Una gran ola se elevó sobre el destrozado buque cisterna que menos de una hora antes había sido un firme viajero de las rutas oceánicas. Su timón se levantó en el aire chorreando agua y balanceándose como diciendo adiós a la vida que había conocido, y después, se hundió en las profundidades del océano.

El agua hervía sobre la mancha de petróleo donde antes había estado el buque. Con la capa roja extendida por el viento, Superman permaneció en equilibrio sobre el círculo de espuma, saludando en silencio al monarca de las profundidades y a los hombres que lo tripularon.

Una hora después, Clark Kent estaba sentado sobre un promontorio rocoso, mirando sobre un océano sonrosado por el amanecer. Debajo de él, hacia la derecha, estaba el Cuartel donde la Guardia Costera acababa de llegar. Lowell reflejaba en su cara estar singularmente calmado cuando llegó con los supervivientes y encontró a Kent todavía en el muelle.

El Capitán Rogers no se molestó en ocultar su desprecio por el hombre que ¡según pensaba¿ se había quedado atrás.

Kent, cogió sus gafas de montura de asta y empezó a limpiarlas, moviendo distraídamente el pañuelo entre el pulgar y el índice y mirando pensativamente el oleaje azulado del océano. Las gaviotas revoloteaban sobre él y un aire fresco y salado acariciaba sus mejillas. Recordaba como pocas horas antes, había salvado la vida de Lowell, del Capitán Rogers y de la indefensa tripulación del petrolero. A pesar de ello, todos le miraban con ojos de frialdad. ¡Si les pudiera contar lo sucedido!

El era Superman y sin embargo, costara lo que costara, debía guardar su secreto como Clark Kent. Y así empezó a darse cuenta de que el precio que tenía que pagar Kent era considerable. Ociosamente empezó a hacerse preguntas sobre esto y sobre qué relación podría haber entre el submarino nazi y el Buque Fantasma. Estaba seguro de que debía haber alguna conexión. Era solamente una "corazonada", pero para algo tenía los poderes supersensoriales de Superman.

Habrían más submarinos, más atentados para hundir barcos costeros y tendría que estar preparado para ello.

Sonrió. Habían pasado veinticuatro horas desde su llegada y ya habían ocurrido muchas cosas y muchas más que ocurrirían antes de que se fuera.

Capítulo X

Novela de 1942


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